Un año después del terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter que a las 03.34 del sábado 27 de febrero de 2010 estremeció Chile durante casi tres minutos, las secuelas sociales, políticas y económicas de aquella tragedia siguen a la vista.
El terremoto de Chile, que liberó una energía equivalente a 100.000 bombas de Hiroshima y está considerado el quinto más grande de la historia, dejó 524 muertos, 25 desaparecidos y 800.000 damnificados. Las pérdidas materiales, evaluadas en 30.000 millones de dólares, se extendieron a lo largo de 640 kilómetros y seis regiones.
Además de 220.000 viviendas destruidas, sufrieron daños 1.500 kilómetros de carreteras, 4.500 escuelas, dos aeropuertos, 53 puertos, 56 hospitales y dos puentes.
Pero además de destruir los sueños de miles de familias, el cataclismo dejó al descubierto la profunda brecha social existente en uno de los países más avanzados de Latinoamérica. Tras el sismo, Concepción fue presa del pillaje, mientras en Santiago cundía el temor al desabastecimiento y en algunas zonas los pobladores se organizaban para defenderse de los saqueadores.
A raíz del terremoto el índice de pobreza aumentó un 3 % (500.000 personas) y quedó en el 20 % de la población total, mientras que el número de indigentes aumentó en 80.000, hasta 700.000.
La grieta abierta por el temblor también ha alcanzado el terreno político.
Los dirigentes de la Concertación, han criticado duramente la forma en que el presidente Sebastián Piñera está llevando a cabo la reconstrucción y no asistirán a los actos oficiales conmemorativos de la tragedia.
La Asociación de Municipalidades publicó este viernes un informe en el que critica el retraso en la construcción de viviendas y en la rehabilitación de la infraestructura sanitaria y educativa.
El propio presidente ha reconocido atrasos en el proceso, pero los atribuye a dificultades insalvables, y tacha de mala fe a la oposición.
“Yo sé que se ha tomado más tiempo de lo que la gente y nosotros quisiéramos. Sabemos que estamos atrasados, pero no por voluntad nuestra”, explicó el mandatario esta semana a un grupo de damnificados de la región del Maule.
Piñera sostiene que “una minoría de chilenos” obstruye la labor de las autoridades.
“Sé muy bien que algunos no tienen ningún interés en la reconstrucción, su único objetivo es dañar a nuestro Gobierno”, declaró hace unos días en Dichato, una localidad costera que resultó arrasada por el tsunami y a la que llegó escoltado por un fuerte contingente policial, en medio de protestas de los damnificados.
La búsqueda de responsabilidades por la descoordinación en los primeros momentos de la catástrofe entre las autoridades y los mandos militares también ha encontrado curso en los tribunales y el Parlamento.
La expresidenta Michelle Bachelet declaró a fines de diciembre pasado como testigo en la investigación abierta por la fallida alerta del tsunami, que causó 156 muertos y 25 desaparecidos.
A comienzos de febrero, un grupo de familiares de víctimas solicitó en los tribunales que Bachelet declare como imputada.
En esta querella, que también va dirigida contra varios exministros y altos cargos, se pide además que la justicia militar investigue a miembros de la Marina por no avisar del peligro.
La Cámara de Diputados aprobó en septiembre pasado un informe elaborado por una comisión investigadora que responsabiliza a Bachelet por no decretar a tiempo el estado de excepción.
El terremoto de Chile fue el cuarto más caro de la historia reciente y le ha costado al país el 18 % del PIB.
El Gobierno calculó las pérdidas en 30.000 millones de dólares, pero algunos expertos consideran que la cifra real es un 20% inferior y ronda los 24.000 millones.
Según varios analistas, inicialmente se sobrestimó el impacto del terremoto en la actividad económica, cuando de hecho no ha habido tal caída, ya que las pérdidas en la producción fueron menores a las previstas y la economía registró un fuerte crecimiento en el segundo semestre de 2010.
En tanto, la tierra sigue temblando en Chile, en el último año ha habido una veintena de sismos superiores a 6 grados Richter, mientras el número de sismos perceptibles por la población supera los 4.000.
El cataclismo provocó que el continente americano se desplazara hacia el océano Pacífico y que incluso el planeta detuviera su rotación durante una fracción de segundo.
La energía del terremoto fue tal que la ciudad de Concepción se desplazó tres metros; Talca, dos metros, y Santiago, medio metro. Hasta Buenos Aires llegó a moverse varios centímetros.
Según los expertos, el país puede sufrir otro terremoto ligeramente inferior al de 2010 debido a que continúa acumulada gran cantidad de energía en la falla que lo originó. Sin embargo, todos desean que la naturaleza dé un largo respiro a Chile.
http://www.theclinic.cl/2011/02/26/a-un-ano-del-terremoto-las-secuelas-siguen-a-la-vista/
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Hace 13 años
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