Desde fines de 2005, las fuerzas de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) derivaron detenidos al Directorio Nacional de Seguridad Afgano (NDS) pese a saber que sus interrogadores practicaban torturas.
Entrevistas con ex diplomáticos, así como nueva información ahora disponible, revelan que Washington y otros gobiernos occidentales fueron cómplices en las torturas a prisioneros en el NDS.
Miembros europeos de la OTAN -especialmente Gran Bretaña y Holanda- decidieron entregar los detenidos a la agencia afgana para distanciarse de la política de arrestos estadounidense, ya manchada por abusos.
Por su parte, Estados Unidos y Canadá apoyaron esas transferencias creyendo que los interrogadores del NDS obtendrían mejor información.
Las maniobras fueron una directa violación a la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura, que prohíbe la transferencia de cualquier persona por parte de un estado parte a otro “donde hay base sustancial para creer que está en peligro o está siendo sometido a tortura”.
El primer cambio en la política oficial fue la adopción por parte de la OTAN en diciembre de 2005 de la “regla de las 96 horas”, que exige la transferencia de detenidos afganos al gobierno de su país dentro de un periodo de cuatro días.
La negativa de Gran Bretaña y Holanda a seguir entregando sus prisioneros a las fuerzas de Washington fue en reacción a informes de torturas en la base estadounidense de Bagram, en Afganistán.
Ronald Nuemman, el entonces embajador de Estados Unidos en Kabul, dijo a IPS que el “ímpetu inicial” para la regla de 96 provino de la “disconformidad” de los británicos y holandeses con las prácticas estadounidenses.
Un ex diplomático de la OTAN que entonces desempeñaba funciones en Afganistán confirmó las afirmaciones de Neumann. “Los británicos y holandeses expresaron en privado su temor de que la política estadounidense con los detenidos dañara la misión”, señaló.
Paradójicamente, de acuerdo con la nueva regla de 96 horas, los prisioneros fueron derivados al NDS, que tenía una larga reputación de centro de torturas, comenzando cuando fue la agencia de inteligencia y de policía secreta durante la ocupación soviética. Esa reputación continuó durante el gobierno del presidente Hamid Karzai.
El traslado de detenidos al NDS fue también motivado por la desesperada necesidad de Washington de obtener mejor información de inteligencia sobre el movimiento islamista Talibán.
Cuando los comandantes militares estadounidenses y canadienses comenzaron a hacer entre 2004 y 2005 grandes operaciones en áreas en las que operaba el Talibán, el gobierno de George W. Bush (2001-2009) ya había decidido considerar a todos los afganos detenidos como “combatientes ilegales”.
De esta manera, no los reconocía formalmente prisioneros de guerra y eludía responsabilidades establecidas en las Convenciones de Ginebra.
Pero la mayoría de los afganos arrestados en esas operaciones no eran talibanes.
Después de que las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN empezaran a derivar a los prisioneros al NDS, el jefe de esa agencia de inteligencia, Amrullah Saleh, dijo a autoridades de la alianza occidental que debía liberar a dos tercios de los detenidos, según reveló un diplomático.
Matt Waxman, secretario adjunto de Defensa de Estados Unidos para Asuntos de Detenidos hasta a fines de 2005, recordó en entrevista con IPS que había “mucha preocupación tanto en el Pentágono como en el terreno”, sobre “excesivas detenciones” en Afganistán y sobre la presión para “operaciones de arrestos más agresivas”.
El embajador Neumann dijo a IPS que los militares estadounidenses derivaron los casos al NDS debido a “los beneficios de inteligencia”.
En una entrevista para el Ottawa Citizen publicada el 16 de mayo de 2007, el entonces jefe de inteligencia de la Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad (ISAF) para Afganistán de la OTAN, Jim Ferron, señaló que la transferencia de prisioneros al NDS tenía el objetivo de obtener más información.
“Los detenidos están detenidos por una razón”, dijo Ferron. “Tienen información que necesitamos”.
No obstante, se quejó de que gran parte de los datos recabados no eran “verdaderos y estaban destinados a engañar a las fuerzas militares”.
Ferron explicó que los prisioneros eran sometidos a un “interrogatorio básico” por parte de los funcionarios de la OTAN sobre “por qué se habían sumado a la insurgencia”, datos que luego eran entregados al NDS.
El militar claramente sugirió que los interrogadores del NDS podrían hacer un mejor trabajo que la OTAN. La “mejor información” fue la recogida por el NDS, y era la que la ISAF “podía hacer la parte de la inteligencia diaria”.
Ferron dijo que altos funcionarios del NDS le habían asegurado que “los detenidos eran tratados con humanidad”. Pero apenas tres semanas antes, el Toronto Globe y el Mail habían publicado una serie de artículos de investigación basados en entrevistas a prisioneros transferidos por Canadá que habían sido torturados por funcionarios afganos.
A pesar de que acaba de entrar en vigor la regla de las 96 horas, diplomáticos británicos y holandeses expresaron su preocupación por la reputación del NDS, según una fuente de la OTAN.
“Sabían que si entregaban los detenidos a los afganos serían torturados”, recordó.
Debido a esta preocupación, los británicos y los holandeses transfirieron relativamente pocos prisioneros, dijo el diplomático.
Londres y Ámsterdam también se unieron a los esfuerzos estadounidenses para que Kabul adjudicara la responsabilidad de los detenidos al Ministerio de Defensa afgano en vez del NDS, recordó, pero las iniciativas fueron impedidas por disposiciones legales locales.
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